
Al llegar ahí, apoye mis manos manchadas de sangre sobre el papel en blanco que estaba en la mesa, al voltear veía como la gente se alejaba de mi debido al el olor putrefacto que yo despedía. Las lágrimas de impotencia empezaron a brotar de mis ojos y la rabia acumulada por dentro se convertía en un grito que desgarraba mi alma.
Una mano amiga me fue tendida, pero la rechacé violentamente de un escupitajo, teniendo como respuesta un puñete en los labios. Maldito sea quien lo hizo pues no tenía derecho alguno, por el contrario yo bien podía apretarle fuertemente el cuello al punto de que se asfixie, pero en ese momento no se que estúpida idea se me cruzó por la mente y de la nada empecé a besarle muy apasionadamente.
En un principio no se imaginan cuanto placer sentía, de pronto al abrir ambos los ojos nos dimos cuenta que nuestros labios estaban machados de sangre, en un intento por limpiárselos me mordió fuertemente uno de mis dedos sin importar que estuvieran sangrando.
Los demás me tomaron por sorpresa, me cogieron del cabello y arrastrándome me tiraron sobre un montículo de basura.
Se acercó un hombre y casi susurrándome en el oído me pidió que no hiciera nada, un niño le acercó un revólver y le dijo que ya era hora de que se hiciera justicia conmigo, no entendía que ocurría.
Trajeron a mí a una mujer embarazada que al verme empezó a llorar muy amargamente y no se que sintió que empezó a vomitar sobre mí, quise limpiarme porque me daba asco sentirme sucio, mas cuando lo iba hacer aquel hombre riendo me disparó en la piernas, una, dos, tres veces.
Arrojó el arma a mi costado indicándome que quedaba una bala en la recámara a mi disposición, la tomé y cuando le estaba apuntando se interpuso el mismo niño y me dijo: “La basura huele feo y nos contamina”. Disparé sin ver y al mismo tiempo el niño caía sobre el pavimento, la basura que se encontraba a mi alrededor junto conmigo se iba consumiendo por el fuego, no podía gritar ya que aparte de ellos había alguien más
Es lo último que puedo recordar, no me pidan más, déjenme en paz aunque el dolor me consuma por dentro y vea la felicidad por mi muerte en sus ojos. .
Una mano amiga me fue tendida, pero la rechacé violentamente de un escupitajo, teniendo como respuesta un puñete en los labios. Maldito sea quien lo hizo pues no tenía derecho alguno, por el contrario yo bien podía apretarle fuertemente el cuello al punto de que se asfixie, pero en ese momento no se que estúpida idea se me cruzó por la mente y de la nada empecé a besarle muy apasionadamente.
En un principio no se imaginan cuanto placer sentía, de pronto al abrir ambos los ojos nos dimos cuenta que nuestros labios estaban machados de sangre, en un intento por limpiárselos me mordió fuertemente uno de mis dedos sin importar que estuvieran sangrando.
Los demás me tomaron por sorpresa, me cogieron del cabello y arrastrándome me tiraron sobre un montículo de basura.
Se acercó un hombre y casi susurrándome en el oído me pidió que no hiciera nada, un niño le acercó un revólver y le dijo que ya era hora de que se hiciera justicia conmigo, no entendía que ocurría.
Trajeron a mí a una mujer embarazada que al verme empezó a llorar muy amargamente y no se que sintió que empezó a vomitar sobre mí, quise limpiarme porque me daba asco sentirme sucio, mas cuando lo iba hacer aquel hombre riendo me disparó en la piernas, una, dos, tres veces.
Arrojó el arma a mi costado indicándome que quedaba una bala en la recámara a mi disposición, la tomé y cuando le estaba apuntando se interpuso el mismo niño y me dijo: “La basura huele feo y nos contamina”. Disparé sin ver y al mismo tiempo el niño caía sobre el pavimento, la basura que se encontraba a mi alrededor junto conmigo se iba consumiendo por el fuego, no podía gritar ya que aparte de ellos había alguien más
Es lo último que puedo recordar, no me pidan más, déjenme en paz aunque el dolor me consuma por dentro y vea la felicidad por mi muerte en sus ojos. .